miércoles, marzo 19, 2008

Shanghai tiene Mogashan Lu y Beijing 798.



El concepto es el mismo, espacios que originariamente eran fábricas convertidos en espacios para el arte. Principalmente son artistas contemporáneos que modifican el espacio y lo transforman en sus estudios personales desde los que dan forma a su obra al mismo tiempo que la exhiben aunque también se cuelan algunas de las más prestigiosas galerías de arte de la ciudad.
Hablemos de 798.
El complejo artístico está situado en el área del Puente de Jiuxian e inicialmente fue una fábrica de componentes electrónicos de gran actividad que contribuyó al desarrollo industrial de China. Zhao Enlai sucedió a Mao y en colaboración con la Unión Soviética y Alemania de Este realizó una serie de proyectos con el fin de organizar la industrialización del país.
Del diseño se encargó una escuela alemana fuertemente influenciada por las técnicas y el estilo práctico de la Bauhaus que arriesgó en la utilización de nuevos materiales y nuevos diseños simples y estructurales donde la versatilidad del espacio es una ventaja para la funcionalidad del área.
En 2002 este espacio abandonó su naturaleza primaria para convertirse en nido de ideas. Muchos artistas vieron en este espacio el lugar perfecto para trabajar y mostrar su obra sin necesidad de intermedio y cual bola de nieve que crece mientras ruedan por la montaña, nació el lugar para la expresión artística.




Escribo desde un key board ingles, perdon por no acentuar las palabras
Y de mi primera visita, que no sera la unica ni la ultima a 798 escojo dos artistas.

Melodia es la obra de Chen Xin Mao. La tinta fluye sobre el papel, los azules detienen el tiempo en el algo o la nada, no importa porque no tiene forma y no se la daras tu ni yo...Es mera abstraccion, poesia de tinta que mancha y se diluye a la par que toco las cuerdas de mi guitarras.




Zhang Jie se autorretrata en su obra. Se desnuda ante el lienzo para calcar su energia, a veces tensa, otras melancolica. Se enfrenta a su yo. Contorsiona la forma natural del cuerpo, no abruptamente sino con serenidad, sin miedo a conocerse. O tal vez haya a una desconocida que cubre de un suave halo color azul.






Gustar o no gustar, e ahi la cuestion



Aún no he hablado de lo poco que me gusta Beijing. No se muy bien por qué. Me refiero al motivo de mi desencanto hacia/con la ciudad casi desde que llegué.
El triste rechazo me pareció un prejuicio tal vez consecuencia del hechizo que Shangai ejerció sobre mí.
Sea como sea, dos meses en la ciudad, son suficientes para establecer una opinión fundamentada y una crítica constructiva. Y a eso que voy.
No me gusta Beijing porque es descolorida, es gris y mustia, no tiene vida. Los árboles no son verdes y frondosos sino esqueletos de ramas marrones; el cielo no es azul sino gris; su aroma es turbio; sus gentes confusas y desordenadas, almas desorientadas que vagan persiguiendo a saber que rumbo.
De Beijing no me gustan sus anillos: carreteras circulares concéntricas que rodean la ciudad desde el centro hacia el exterior. Un excalestri que sólo crea confusión, caos y un tráfico pesado que ni al anochecer se desvanece. Los cinco (que no son ni dos ni tres), son vías con coches apiñados que entran y salen, que se enredan hasta formar un nudo que aún desconozco desde donde y hacia donde se atan sus cuerdas porque ignoro la salida o entrada de este laberinto circular que sólo sirve al anochecer como crucero terrestre del skyline pekinés. Se me ocurre, así, de repente, una nueva atracción turística comparable con los paseos en triciclo por los hu tong: paseo en taxi por los anillos para disfrute de los brillos y novísimas proyecciones de edificios de la ciudad, absténganse apresurados del volante.
Y tanto anillo convierte a la ciudad en un conjunto de rosquillas asimétricas, cada cual con un perímetro más grande donde el centro nuclear es la majestuosa Plaza de Tian´men enfrentada con Ciudad Prohibida. Dos ejemplos de arquitectura imperial, la primera de la época de Mao Zedong, en 1952 y la segunda de las dinastías Ming y Ping construida entre 1406-20. Y he aquí, en centro neurológico de la ciudad donde colosos de cemento albergan en su interior despachos políticos y lo relativo al Partido Comunista Chino. Y aquí está el centro de la ciudad.
La arquitectura de la ciudad, dicen que está pensada para comodidad de la ciudadanos. No en vano es una capital en desarrollo. Si en Shanghai creía ver una ciudad en desarrollo, me equivoqué. Beijing se crea a día de hoy, en 2008 son muchas las casas que se han derribado y tras retirar los escombros, desolados y tristes solares son el paisaje de la ciudad. Quizá sea un cruel símil pero recuerda a un campo de combate tras la batalla donde la huella de los tanques reduce el paisaje a la nada. Pero, en este campo no se libra más guerra que la del desarrollo, a costa de lo que sea: polución, movimientos migratorios, transformación del paisaje natural…todo vale, como a veces se dice. Y eso no me gusta, aunque sea un comentario vanidoso. Y por eso no me gusta Beijing.
Porque no ha llovido en dos meses, no ha caído ni una pizca de agua y el aire pesa, se respira escombro. Porque al llegar a casa mis uñas están ennegrecidas sin haber tocado tierra. Porque la piel se seca y la garganta se atraganta. Porque las carreteras están cubiertas de una masa de polvo que con el viento golpea tu cuerpo, tu cara hasta encontrar tus ojos.
No me gusta Fangshan, el suburbio en el que vivo porque no está en el centro de la ciudad, sea cual sea. Porque no hay metro y el 616, el autobús que baja a Beijing siempre es una lata de sardina convertida en selva donde la ley son empujones y carreras, ya no para sentarte sino para que, durante la hora más larga del día, consigas más apoyo que el hombro de algún desconocido. Y sólo apuntar que el intervalo de tiempo entre los autobuses es de cinco minutos, y aún así me pregunto de dónde sale tanta gente.
Y sobre todo, no me gusta quejarme!!!

Y China se convirtió en una potencial amenaza para la paz

 Hacía muchísimo, mucho, muchísimo que no caía por aquí, sin embargo, el motivo lo merece. Mi querida China es una amenaza, dicen los miemb...