miércoles, septiembre 06, 2006

Primera impresión de la megapolis

Pues si, ya he llegado, una nueva ave voladora sobrevuela los tejados de Shanghai en busca de algo que echarse a la boca.
Las primeras impresiones no son las cuentan, dicen que muchos se equivocaron al preenjuiciar y dar por válidos las primeras estampas de algo o alguien, pero me da que yo no me equivocaré (hoy es el primer días de las 35 semanas que viviré aquí) Esta ciudad es caótica, bulliciosa, ruidosa, olorosa y gris; llena de contrastes. Y digo gris a pesar de los colores que visten todos los rincones y carteles de la única calle que de momento he recorrido. Digo gris porque a pesar del calor ( 35 grados Celsius) una neblina grisácea cubre a todas horas el cielo. Prefiero no pensar que es debido a la contaminación, será la elevada humedad. El otro elemento que describe el skyline shanghaniano son las construcciones que se pierden sobre la altura, todas se alzan construyendo pirulos esbeltos alguno emulando a velas con las que navega este coloso asiático nunca botijos anchos.
Hablar del ruido es detenerse en las calles (de momento sólo conozco mi barrio: el cruce de la Yan An Rd. con Zhening Rd y Urumqi Rd.). Haber, hay eso que se llama semáforo, cuya misión se supone es regular el tráfico, pues bien, aquí se los pasan por el forro de la cadena de la bici y el motor del coche. Cinco son los elementos que circulan por la ciudad: coches, motos, bicicletas, buses y peatones. En dos días han estado a punto de atropellarme dos veces, una por día, a pesar que miro y remiro, nunca llevo prisa. Las bicis, motos y motobicicletas poseen un carril propia que supone no debe ser invadido por cualquiera de los otros elementos del tráfico, y digo supone porque si el coche ataja unos centímetros invadiéndolo lo hace previo bocinazo, y digo que la moto que circula a velocidad más veloz que la bicicleta si tiene que pasar a una, bocinazo e invasión del carril del coche, consecuencia bocinazo doble. Bocina a bocina se hace el camino. Y me toca cruzar, que para eso el disco está en verde, pero para bicis y motos, el semáforo parece no regular. Y quien regula entonces el vaivén de los vehículos: las bocinas. El sonido de esta ciudad.
A qué huele una ciudad donde el cielo está atrapado por una manta de niebla, se cocina en la calle a fuego de motor de coche, se remueven cada día los escombros de nuevos gigantes esbeltos y para limpiar las calles se usan matojos de ramas anudados a un palo. A cloaca, desagüe. A sulfato.
Y contraste aquí y allá. Porque a pesar del crecimiento hacia arriba tan abrumador de esta ciudad existen rincones donde las apisonadoras aún no han rodado y quedan pequeñas colonias de casitas bajas con puertas casi carcomidas que ofrecen comida, bombillas, flores y películas; eso en el interior porque afuera, sobre un silla de madera de patas bajas y con los pies apoyados sobre una mesa, el joven, sin camisa y descalzo, con abanico en la mano pasando la mañana, tarde y noche.
Otro de los puestos, por lo menos significativo es el reparador de bicicletas. Una caseta en la esquina de la calle: tejado a dos aguas y unas maderas a modo de pared repletas del caucho de los neumáticos, radios y candados donde se alisan las ruedas y el joven, esta vez sentado sobre un taburete que se levanta tan sólo unos cinco centímetros del suelo, con las piernas apoyadas sobre el suelo dibujando un ángulo recto con sus rodillas y entre ellas, la rueda. Estos chinos….Para nada son todos iguales. Propongo ya una pequeña clasificación atendiendo a la forma de su rostro: los cara redonda y los cara alargada, estos últimos normalmente más agraciados.

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