martes, septiembre 19, 2006

Qindao Hu y sus 2.000 islas.











Continúa el viaje hacia las colinas. Desplazada ya 500 km de Shanghai es cuando, realmente tomas conciencia de lo vasto que es el país. Y yo que pretendo desvelarlo (y no a pedazos sino totalmente), el viaje hasta este archipiélago del lago Qindao es casi el mismo que recorrer parcialmente España. Las autopistas, de pago, son de cinco carriles, nada mal comparadas con las autovías españolas. Con tantos rieles se evitan atascos a la entrada de las ciudades, y así no hay largas colas para retornar los fines de semana. Pero reflexiones a parte, que siga la ruta
Sobre un barco acompañada de cientos de chinos dispuestos a compartir su fin de semana con la nación y por extensión con sus compatriotas, me subo al barco que navega por el lago parando en cada isla, de interés temático. Una hora o dos sobre ella para contemplarla y continúa la navegación. Sobre la embarcación, familias chinas al completo. Echando partidas a las cartas donde se juega mucho dinero, riéndose y olvidándose por unas horas del trabajo en las fábricas. Al menos estos que comparten el barco conmigo libran el durante el finde porque la obra enfrente de mi casa, 24 horas, 7 días a la semana. Menudo ritmo, estos chinos.
Primera parada: La Isla de los candados
Todo repleto de candados donde las parejas acuden a sellar su amor y en busca de la felicidad perpetua, ilusos ellos que creen que cupido sella alguna flecha. Tan efímero como el amor es la nube que acaba siendo agua, formando parte de un lago. Pero ahí están dando fe del sacramento que canda las alas de toda ave. Para echarle más meigada al asunto, juegos donde la felicidad del amor se mide por la fuerza, un candado que si lo abres augura la felicidad de los enamorados. Etimológicamente, el carácter chino para candado está compuesto tierra y felicidad, de ahí que acudir allí sea un bálsamo para estampar el amor, estimular la creatividad y las ideas.

Segunda parada: Isla de los pájaros
Halcones, avestruces, pollos y hasta gallinas viven en esta granja flotante. Más de 6.000 especies distintas que junto con las flores, hua, son el atractivo de la parada

Tercera parada y la más esperada: La panorámica de Mei Park.
Después de escalar más de dos mil peldaños, cuesta arriba mil personas hacia la cumbre, llegas minúsculo mirador donde se ven las más de 2.000 islas que componen el archipiélago de aguas tranquilas y limpias donde sólo circulas barcos de recreo y algunas que otras barquilla de algún lugareño que habita en el olvido

Cuarta y última: la isla de las serpientes.
Cobras, culebrillas y reptiles se arrastran sobre estas tierras; enjauladas y expectantes a llevarse algún ratón previo pago de algún turista y sino conformarse con ranas que son el manjar cotidiano.
No sólo los paisajes me han sorprendido durante esta excursión, más aún me ha impresionado la cantidad de chinos que vajaban. Estos supuestos rincones donde la calma se apropia de la atmósfera sufren una metamorfosis cada vez que un barco amarra en sus muelles. Cada día salen seis o siete, aglomerados, donde los recorridos están previamente dispuestos de tal manera que nadie puede hacer nada fuera de lo establecido. No se rentan barquillas para paseos individuales, ni se para en otra isla aparte de las preparadas para la visita. Y yo me imagino, a la deriva, de isla en isla.

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