martes, mayo 20, 2008

Ocho días después del seísmo


Me encantaría comenzar esta entrada diciendo que la normalidad se ha apoderado de la provincia de Sichuan. Pero mentiría y en este espacio no lo hago conscientemente. La realidad es otra. La semana pasada mi jornada laboral se vio interrumpida por el suceso, y ayer, justo una semana después del terremoto volvimos a la rutina momentáneamente porque hoy, de nuevo, se han interrumpido las clases ante la insistencia en los medios de comunicación locales de la posibilidad de que otro seísmo de gran tamaño azote la provincia.
Los rumores comenzaron anoche. Advertían de que entre los días 19 y 20 la posibilidad de un seísmo era grande.
Ayer al anochecer, como muchos de los días pasados, decenas de chinos han abandonado sus casas con manta en mano y han acampado en jardines y parques. No hay en Longquan espacio abierto que no haya sido tomado por tiendas de campañas o camas improvisadas sobre cuantro sillas y encima un colchón. Los más privilegiados cuentan con una lona que les proteja de la lluvia, que el domingo se presentó bajo una apariencia de tormenta de rayos, o del rudio. Pero hay casos en los que una cama desoladora sobre la acera es el cobijo de dos personas que duermen mientras otros comen o pasean a su lado. A eso de las once no exitía la calma en la noche. Las puertas se abrían y cerraban constantemente, la gente bajaba las escaleras y gritar, los perros estaban igual de exaltados que sus dueños. La incertidumbre impregna el ambiente y el miedo se apodera de la situación. Miedo a dormir en casa. Resignación a pernoctar en la calle.
Me gustaría hablar de normalidad, de verdad.
CHina está de luto oficial. Tres días en los que las banderas ondean a media asta y toda actividad lúdica se ha suspendido.
Durante esta semana he sido consciente del coraje del pueblo chino que a lo largo de toda su historia siempre ha revelado como un pueblo unido y sentido. Miles de voluntarios acuden diariamente a los establecimientos de venta de material de montañismo con el fin de comprar mantas, lonas, cantimploras, esterillas o cualquier otro utensilio que pueda ayudar a los voluntarios o desplazados.
El gobierno ha establecido cuatro categorias para facilitar la organización del voluntariado. Se necesitan a chóferes para alcanzar los puntos devastados y trasladar a gente, a personas con conocimientos en albañilería o ingeniería para arreglar caminos y puntos de acceso, personas con estudios psicológicos para ayudar a los afectados y por último donanciones de sangre. La cooperación del pueblo en todos los rangos es infinita.


LUODAI

Durante esta semana en varias ocasiones me he acercado hasta la capital de la provincia de Sichuan, Chengdu. Allí tampoco se puede hablar de normalidad. Algunos mercados permanecen cerrados, y en muchas edificaciones la entrada está precintada para asegurar la seguridad de los ciudadanos.
Un ejemplo es la ciudad de LUODAI, original de la dinastía Han y vestigio de ciudadanos de raza Hakka, una de las etnias minoritarias chinas.
La ciudad esta cercada y se prohibe la entrada a templos y lugarés de interes porque también el terremoto ha dejado allí su huella. Los tejados están levantados y ha habido desprendimiento de piedras alrededor.

1 comentario:

monzorita dijo...

SuChin, dejate de tanto chino y vente pa'ca!aqui no pasan de esas cosas (toco madera), CORRE!VUELVE!

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